Como decía la famosa canción de “un mamut chiquitito”, a veces, los seres humanos probamos y probamos con un único resultado: hacernos mierda. Cuando escuchas la canción es obvio que el mamut no va a terminar muy bien si sigue haciendo siempre lo mismo. Parece que todo el mundo es capaz de verlo excepto él. Como dice el refranero popular: somos capaces de ver la paja en ojo ajeno, pero no la viga en el nuestro
El mamut, de forma muy concienzuda, continúa probando hasta que se hace mierda, le sale un cáncer, tiene cirrosis, VIH, una sobredosis y, finalmente, muere. Ya sabemos que esto de tropezar muchas veces con la misma piedra es muy del ser humano. Nos empeñamos en usar constantemente una misma estrategia que está abocada al fracaso y, lo peor de todo, es que cuando vemos que no funciona ¡todavía la usamos con más insistencia!
¿Cuántas veces te has esforzado o has intentado solucionar un problema y lo único que ha pasado ha sido que ha empeorado la situación? ¿Alguna vez te has sentido frustrado al intentar ayudar a alguien que constantemente cometía los mismos errores?
Si no funcionó a la décima tampoco lo hará la número 1000
Lo primero que tenemos que tener claro es que cuando una estrategia no funciona no lo hará por más que la usemos con más fuerza y con más ganas que antes. El mamut intentó muchas estrategias diferentes: beber, fumar, volar o drogarse y todas acabaron de formas muy similares.
De hecho, aunque en estas estrategias puedan parecer diferentes a simple vista, no lo son tanto, ya que siempre reposan en una misma lógica: todas son conductas de riesgo.
El hecho de que no te funcione esta vez, no significa que esa estrategia no funcione en otras situaciones o no les funcione a otras personas en tu misma situación. Quizás esa misma estrategia pudo funcionar en el pasado, pero ahora no funciona. Una copa de vino con los amigos funciona para socializar y no tiene por qué generar problemas, pero una copa de vino, detrás de otra, estando solo en casa y cómo forma de evadir los problemas, lo más probable es que no funcione y que, además, empeore la situación.
Lo importante de la estrategia no es la forma que tenga o la herramienta que se use sino la función que cumple respecto al problema. Si utilizamos martillos para clavar clavos, cumplirá la función, pero si lo utilizamos para serrar un tronco estaremos utilizando la herramienta equivocada. El problema no es el martillo en sí mismo, sino el martillo en ese contexto.
Haciendo el mamut en nuestro día a día
Algunos de los problemas del día a día dónde nos podemos encontrar a nosotros mismos haciendo el mamut son situaciones relacionadas con la ansiedad. Imagina que tienes unos pensamientos que te resultan muy angustiosos. Podrían ser pensamientos del estilo: “mi pareja me está siendo infiel”, “me va a dejar y me quedaré siempre sola”, “si digo esto mis amigos se reirán de mí y me harán el vacío”, “me van a despedir del trabajo”, “voy a caer enfermo y me tendrán que cuidar”, “me voy a arruinar y no podré pagar la luz”, etc.
Vamos a utilizar en este caso el ejemplo del pensamiento “me van a despedir del trabajo”. Si nos fijamos en este pensamiento seguramente encontremos más pensamientos asociados que aumenten la ansiedad por la situación, por ejemplo: “si me despiden significa que no sirvo y no lo he hecho bien”, “soy una fracasada”, “no encontraré otro trabajo”, “no tendré dinero para pagar mis deudas”, “voy a tener que vivir en la calle con mis hijos”, etc.

Ahora piensa que ante esta situación utilizas la herramienta que mejor sabes usar: la herramienta del esfuerzo. Entonces empiezas a hacer horas extras, acortar los tiempos de descanso, intentar cumplir con todos los objetivos planteados, no delegar, a llevarte a casa las tareas laborales para terminarlas, etc.
Imagina que a base de tu esfuerzo consigues sacar el trabajo, y tu jefe empieza a darte más trabajo todavía ya que ¡sorpresa! ¡si te lo dan, lo sacas adelante!
Sin quererlo, has caído en la trampa, ¡te has convertido en el mamut chiquitito! En tu honor, se añadirá a la canción un párrafo más que diga así:
Una trabajadora chiquitita quería tranquilidad, trabajaba y trabajaba y no obtenía tranquilidad. La jefa, su amiga, le quiso ayudar y 800000 mil tareas más le hizo completar. ¿Y qué pasó? Burnout, la trabajadora tuvo burnout.
No todas las ayudas son buenas
Suele ocurrir que cuando estamos en una situación de malestar emocional las personas cercanas a nosotros nos intentan ayudar ofreciéndonos consejos sobre lo que a ellos les funcionó en su momento o lo que creen que será mejor para nosotros.
No es raro que estas ayudas, aunque sean desde el amor y la intención de ayudar, tampoco mejoren el problema, sino que además conlleven cierto empeoramiento.
Probablemente ese consejo no funcione, ya que no es ni la misma situación, ni la misma persona. Además, pueden generar un malestar añadido en forma de sentimientos de incomprensión, soledad o inutilidad por no saber poner en marcha estas soluciones que, desde fuera, tan sencillas se ven.

Saber escuchar y agradecer estos consejos, porque son la forma que tienen los demás de cuidarnos y demostrarnos su preocupación, es importante. Sin embargo, también lo es preguntarse si seguir ese consejo nos ayudará o si, por el contrario, supondrá seguir haciendo más de lo mismo.
Mamut, date cuenta y cambia de estrategia
Todos tenemos muy claro lo que le diríamos al mamut de la canción: ¡Mamut, date cuenta! ¡Para ya, no estás solucionando el problema! ¡Vas a terminar muy mal!
Por eso mismo, cuando estamos en una situación que nos genera malestar emocional es importante que nos preguntemos a nosotros mismos cuestiones cómo: ¿Desde que estoy haciendo esto me siento mejor o peor? ¿El problema se está solucionando o está empeorando?
Quizás no sea sencillo y rápido encontrar la estrategia necesaria para solucionar el problema, pero hay algo que podemos empezar a hacer antes de dar con la herramienta adecuada y es: dejar de usar la estrategia inadecuada.