La vida es dura. En ocasiones te golpea, y te aplasta de una forma tan dolorosa que es difícil describir. Si estas leyendo esto seguramente esta experiencia ya la conozcas bien. Puede que en este momento te encuentres enredado en una lucha con tus emociones.
Quizás alguna emoción en particular ha tomado las riendas de tu vida. La tristeza, la ira, la angustia, el miedo o todas a la vez se turnen en coger el volante de tu vida y dirigirte hacia dónde ellas quieren.
Puede que en tu caso sean los pensamientos o las imágenes molestas las que te gritan desde tu cabeza. Si esto te ha pasado imagino que habrás hecho todo lo posible para quitártelas de en medio ¿te ha funcionado?
No hay mal que cien años dure
Lo primero que quiero que recuerdes es que este sufrimiento es temporal. Dice el refrán que “no hay mal que cien años dure” y, efectivamente, no hay emoción ya sea agradable o dolorosa que dure eternamente.
En algún momento de nuestras vidas todos hemos experimentado dolor, ya sea físico, como en una caída o una quemadura, o emocional, como una ruptura amorosa, una muerte o un gran nivel de estrés.
Este dolor seguramente se presentó de una manera que no podías predecir, ni controlar. Lo hiciste lo mejor que pudiste para sobrellevarlo y, de una manera u otra, sobreviviste. El dolor que sientes ahora quizás no se parezca en nada a esos viejos dolores que ya has vivido, pero sí tienen algo en común: pasarán y sobrevivirás a ellos.

Sobreviviendo al dolor
La tormenta pasará y el dolor es temporal, de acuerdo, pero mientras esa sensación escuece y ahoga tanto que no te deja respirar ¿Qué podemos hacer para seguir vivos y que no nos duela tanto esa emoción?
Cuando una persona está inmersa en su dolor emocional suele desear dejar de sufrir y, para ello, muchas veces hace lo que sea para dejar de sentir esas emociones dolorosas ¡Lógico y comprensible! ¡Nadie disfruta sufriendo!
Pero, a veces, la persona se esfuerza tanto por no sentir ese dolor que estos esfuerzos pueden causar un sufrimiento adicional. La gente lucha para hacer frente a sus emociones sin darse cuenta de que durante la pelea sus heridas pueden crecer y hacerse más profundas.
Por favor, no lo olvides, hay esperanza
Si has llegado al punto de pensar que lo que te ocurre no tiene solución y el sufrimiento durará para siempre; si tus emociones son tan arrolladoras que sientes que no puedes con ellas, o que cuando lo haces, esa manera de hacerlo te hunde más aun en tu agujero.
Si sabes que nadie puede prometerte que el peor escenario que imaginas no se hará realidad o que el dolor se irá pronto; si te ves reflejado en estas líneas quiero que recuerdes algo importante:
Todavía hay esperanza. No necesitas cargar con todo a la vez. No hace falta que vivas esto solo. Este dolor pasará, la herida se curará y podrás mirarla sin que te ahogue como lo está haciendo ahora.

Gansos salvajes
No tienes que ser bueno.
No tienes que caminar de rodillas
cien kilómetros por el desierto, arrepintiéndote.
Solamente tienes que dejar que el animal blanco que es tu cuerpo ame lo que ama.
Cuéntame tu desesperanza, y yo te cuento de la mía
mientras todo el mundo sigue.
Mientras tanto el sol y las piedritas claras de la lluvia
se mueven por los paisajes,
sobre los prados y los árboles frondosos,
las montañas y los ríos.
Mientras tanto, arriba en el aire limpio y azul, los gansos salvajes
vuelven a casa una vez más.
Seas quien seas, no importa que tan solo estés,
el mundo se ofrece a tu imaginación,
te llama como los gansos salvajes, ensordecedor y fascinante,
anunciándote una y otra vez tu lugar
en la familia de las cosas.
Gansos salvajes, de Mary Oliver y Dream Workd. Extraído del libro “esto de ser humano”, de Beatriz Rodríguez Vega