Las emociones, como el clima, son cambiantes. Existen los días soleados en los que se puede disfrutar del calor y el bienestar de los rallos de sol. Otros días pueden aparecer nubes negras que amenacen con tormenta pero que no acaben de romper. Y luego hay días dónde la tormenta nos arrolla sin que podamos hacer nada.
Muchas personas lidian con emociones muy parecidas a huracanes. Cuando se enfadan, se sienten tristes o preocupadas la emoción les golpea, toma el control y destruye todo lo que se encuentra a su paso. Cuando el huracán termina y miran al rededor, encuentran que los daños que ha causado son, a veces, irreparables.
Cuando esto ocurre, la persona se esfuerza para que no vuelva a ocurrir. Empieza a tener miedo de que ese huracán vuelva y se lleve por delante lo poco que ha dejado en pie. Es entonces cuando empiezan a esforzarse y a luchar para que esas emociones no vuelvan a aparecer de nuevo.
La lucha contra el viento
¿Alguna vez has intentado detener el viento? Es inútil, desesperantemente inútil. Puedes esforzarte mucho en intentar detenerlo. Si quieres, puedes invocar al sol con una danza, ponerte desafiante en medio de la calle para que no pase, gritarle a las hojas o intentar pegarle un puñetazo a esa bocanada de aire que viene del cielo pero nada de eso funcionará.

Con las emociones pasa algo similar a lo que ocurre con el clima. Intentar eliminarlas o luchar contra ellas no tiene ningún efecto. De hecho, suele producir el efecto contrario. Es como si luchar contra el viento todavía generase más viento.
Cuanto más se empeña una persona en eliminar o disminuir sus emociones, más arrolladoras se pueden volver. Detener los sentimientos nunca da resultado. ¿Qué podemos hacer entonces para sobrevivir al huracán?
El cortaviento de las emociones
Si cuando hace mucho aire a nadie se le ocurre gritarle a las hojas en lugar de ponerse un cortaviento; si cuando llueve en lugar de lamentarse bajo la lluvia mientras la persona se moja lo lógico es abrir el paraguas ¿Por qué cuando se trata de emociones nos empeñamos en luchar contra ellas, en lugar de abrir nuestros paraguas emocionales?
Cuando hablamos de emociones también existen esos cortavientos que nos ayudan a lidiar con ellas. Las habilidades de regulación emocional serían el equivalente a ese paraguas que nos ayuda a mantenernos secos cuando hay tormenta.
Quizás, en lugar de enfadarte y luchar con el tiempo que hace hoy, te resulte mucho más útil pararte un segundo a mirar el cielo y adecuar tu vestimenta al tiempo que hay en este momento.

Las habilidades de regulación emocional
Entonces, ¿Cuáles son las habilidades de regulación emocional y cómo se utilizan? Algunas de las que podemos utilizar o aprender a usar son:
- La tolerancia al malestar: estas habilidades son muy útiles en momentos de crisis, cuando existen emociones muy intensas y necesitamos un alivio a corto plazo. Mirar al malestar y aceptar lo que está ocurriendo sería el equivalente a mirar al cielo un día de lluvia y buscar el paraguas para no mojarnos.
- Aceptación consciente o mindfulness: esta herramienta es muy útil para centrarse en el presente desde un rol de observador y no desde una postura de lucha.
- Regulación emocional: estas habilidades son muy útiles para conocer qué es lo que sientes en ese momento y, de esta forma, utilizar las herramientas necesarias en lugar de comportante de una manera que, a la larga, hagan más grande el problema.
- Eficacia interpersonal: poder expresar tus necesidades, deseos y creencias, así cómo poner límites y negociar soluciones con las otras personas te ayudan a proteger tus relaciones y tratarte a ti mismo con respeto.